lunes, 1 de octubre de 2012

Los recuerdos de un adios.

Y de repente, abrí los ojos y allí estabas tú. Envuelto en sombras, apenas podía reconocer tu silueta, pero parecía poder escuchar tu voz. Al poco acabé por el cielo de tu boca, jugándome la vida contigo, robándote la adrenalina de tu piel en cada lugar oscuro. Y te seguí, te perseguí en la noche, perdiéndote entre mi tiempo en la madrugada y sin darnos cuenta, llegó el amanecer. Te llevo en mi cabeza, como el que lleva un sombrero, te devolví de donde te rescaté y tu contestaste mordiendo cada uno de mis miedos y sentidos.
Sin previo aviso y olvidando el tiempo, convertimos en rutina el desayuno cada día al amanecer, junto a un café, con un par de canciones y algunos sueños imposibles.
Dibujaba la felicidad en los cristales de cada bar, en la espuma del café o
en el humo de cada cigarrillo, trasnochando entre mil historias. Todo parecía no tener fecha de caducidad y nos olvidamos de ese estúpido reloj que marca las horas sin sentido, solo tratábamos de secuestrar los segundos, de guardarlos para nosotros.
Que era perfecto eso de que dos personas se encuentren sin buscarse, sin poder evitar la gravedad que me llevaba a ti, te he llevado entre mis manos, en mis pensamientos y en mi miedo…en tu aire recorriendo mis pulmones y en mi respiración en tu boca… y… ¿qué tenías?
me pregunto, que me quitabas la vida y no dejabas nada para mí, te lo llevabas todo, abusando de mi confianza, solo dejabas las cenizas de los besos robados en cualquier lugar en el que nos hemos visto.
Y yo sabía que todo terminaría mal, pero me entregué, no pensaba por donde saldría el sol mañana, o si caerían chuzos de punta. Me acostumbré cada día a tu voz, y adoraba los mensajes de medianoche. Recuerdo cada vez que hemos hablado de la situación en la que estábamos metidos, en realidad no sabíamos dónde nos habíamos adentrado, pero hay veces que me agobia tenerte siempre a mi lado, tu colonia en mi ropa y los paseos en lugares escondidos…tan sólo quería buscarte cuando me apeteciera, en las noches frías. Llorosos se quedaron mis ojos después de aquella silenciosa despedida. Me escondí en el humo del tabaco y en las botellas de alcohol, te veía en mi mente, pero quería olvidarte; todo se quedó en mi silencio, escuchando tan solo algunos de los coches que pasaban por aquella plaza. Quedaron preguntas sin respuesta, y respuestas a preguntas no hechas, dudas, celos y resentimiento.
Te dejé olvidado en mi mesita de noche, justo encima del cajón de todos mis recuerdos, al lado del de los miedos, pero no quiero que te vayas, aunque me guste mirar cómo te alejas, solo quiero encender tu luz en las noches más oscuras. Y quiero volver a verte como la primera vez, como si quisiera marcharme y agarraras mi brazo pidiendo que no lo hiciera. Te pedí que me agarraras la mano, tan solo necesitaba el aire de tu respiración. El tiempo se detuvo. Dos desconocidos, que en realidad se conocían tanto…Y aún trato de dibujarte en el aire, así como si nada hubiera pasado, como si no hubiera existido ese final, intentaba recordar todo aquello que me diste, y contar cada sueño que tuvimos. Yo sólo quería perder el mundo contigo, pero el mundo me ha perdido a mí, ya no es amor, ni odio, ni pasión, ni celos, ni rencor, tan solo es….nada, ya no es nada.

1 comentario:

  1. amos a ver señorita....
    creo q escribes genial, pero tbn creo que el chaval podra mantener su vida fuera de internet, t has equivocado de tema pero de largo, espero q no os encontreis en ese mar de sentimientos porque que lastima q no haya puñales.

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